En una mañana de
estos días cuando me dirigía a la oficina, pensaba en los viajes realizados por
el territorio nacional y durante ese pensar, vino a mi mente una experiencia
única que tuve la oportunidad de disfrutar en el año 2012. El recordarla me
hizo volver a vivir por algunos momentos de aquel día, esa aventura maravillosa
digna de ser compartida. Aquella visita al Salto Aponwao en la Gran Sabana, ha
sido la mejor conexión natural que he tenido en mucho tiempo.
La aventura, iniciada desde el pueblo de
Santa Elena de Guairén, en la Gran Sabana, del Estado Bolívar, marcó la
antesala a lo que sería un día espléndido y una de
las experiencias más gratificantes.
Viajar en un rústico por espacio de 2 horas
por carretera, luego tomar un camino árido por media hora más, para
posteriormente llegar a un campamento Pemón donde fuimos recibidos por muchos
niños de esta comunidad, que nos llevaron a un área de muelle para
abordar unas curiaras y, por un lapso de 30 minutos,
navegar para conocer esa caída de agua majestuosa de
aproximadamente 108 metros de altura, que se puede contemplar desde
un mirador.
Aquel grupo en el cual me encontraba junto a mi esposa, estaba realmente
disfrutando de este turismo de aventura y a pesar de tener ya tres horas de
viaje, el entusiasmo y la motivación estaban al máximo.
Lo impresionante de esta historia, se
produjo cuando nuestro guía informó al grupo, que se podía ir hasta la parte
más baja del salto, para contemplarlo desde más cerca. Eso sí, nos indicó que
bajar se tomaba unos 15 minutos y se debía hacer con mucho cuidado y
apoyándonos entre todos. Niños, jóvenes, adultos y algunos abuelitos con un
gran espíritu, nos fuimos por aquel camino, el cual nos conduciría a disfrutar,
deleitarnos y vivir esa maravilla de cascada.
Aquella vista fue un espectáculo en primera
fila, esa conexión natural, respirar aire puro, sentir el sonido del agua en
todo su esplendor, sentir como te conectas con tu propio ser y como el agua te
baña en aquel contemplar. Ese wifi natural nos permitía alcanzar nuestro
equilibrio y renovarnos interiormente.
Se podían ver a muchas personas
haciendo meditación, yoga y orando. Fue sin duda, algo impresionante. Las
fotografías no faltaron y desde diversos puntos se obtuvieron
las imágenes para mostrar a la familia y sobre todo, guardar
registro de aquel momento vivido.
Esta historia nos permite afirmar lo hermosa
que es nuestra Venezuela. Conocerla y amarla todos los días debe ser nuestro
norte. Todos debemos aportar para hacer que crezca y se haga una gran nación.
Cuando vayan a la Gran Sabana no olviden visitar este atractivo natural.
Hasta un próximo
encuentro.
Éxitos,
bendiciones hoy, mañana y siempre.
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